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EL ANCIANO PAISIOS DEL MONTE ATOS

PALABRAS DEL ANCIANO PAISIOS

PEQUEÑA "FILOKALIA" - Historias del gerontikon

Sobre el Bien y el Mal

Sobre la concupiscencia

Sobre la avaricia

Sobre el Arrepentimiento

Sobre la Oración

Sobre el Ayuno

PEQUEÑA "FILOKALIA"

HISTORIAS DEL GERONTIKON - Sobre el Bien y el Mal

Abad Antonio / Abad Arsenio / Abad Agatón / San Isaías el Anacoreta / Abad Alonio / Abad Juan Colobos / Abad Isaac el Presbítero de las Celdas / Abad Jacobo / Abad Pastor / Abad Romano / Atanasio el Grande / San Marcos el Asceta / San Diádoco de Fótice / San Pedro Damasceno

Abad Antonio

DEL PRÓJIMO nos viene la vida y la muerte. Porque, si nos ganamos a nuestro hermano, nos ganamos a Dios; pero si lo escandalizamos, ¡pecamos contra Cristo!.[1]

UNA VEZ VISITARON al abad Antonio unos ancianos, y con ellos estaba el abad José. El anciano quería probarlos y escogiendo una frase de las Sagradas Escrituras les preguntó qué significaba, comenzando por los de menor edad. Y uno a uno iban diciendo como podían su opinión. Cuando terminaban, el anciano les decía a cada uno.

-No lo has entendido todavía.

Por último, le preguntó al abad José.

-¿Tú qué piensas que significa la frase?

Y él respondió:

-No lo sé.

Entonces, el abad Antonio dijo:

-Al menos, el abad José ha encontrado el camino, porque ha dicho "no lo sé".[2]

DIJO el abad Antonio:

-Llega el tiempo en que los hombres enloquecerán y al ver a alguien que no esté loco se alzarán contra él y le dirán "estás loco", porque no es igual que ellos.[3]

TRES PADRES tenían la costumbre de visitar todos los años al bendito Antonio. Y mientras dos de ellos le preguntaban sobre el pensamiento y sobre la salvación del alma, uno permanecía siempre en silencio y no preguntaba nada.

Después de mucho tiempo, el abad Antonio le dice:

-Ea, tantas veces has venido aquí y no me preguntas nada.

Y aquél le respondió:

-Me basta con verte, padre.[4]

DIJO el abad Antonio:

-Ya no temo a Dios, sino que lo amo. "Porque el amor expulsa el temor" (I Juan 4, 18).[5]

DIJO el abad Antonio:

-El que moldea un pedazo de hierro piensa primero qué es lo que quiere hacer, una hoz, un cuchillo, un hacha. Del mismo modo nosotros debemos pensar por qué virtud luchamos, para no esforzarnos en vano.[6]

Abad Arsenio

CUANDO UNA VEZ el abad Arsenio consultaba a un anciano egipcio, otro que lo vio le dijo:

-Abad Arsenio, tú que tan bien conoces la cultura romana y griega, ¿cómo es que le preguntas a este inculto por sus pensamientos?

Y él le respondió:

-La cultura romana y griega las conozco, pero el alfabeto de este inculto no lo he aprendido todavía.[7]

Abad Agatón

DIJO:

-El hombre que se encoleriza no es aceptado por Dios incluso si resucita a un muerto.[8]

San Isaías el Anacoreta

LA IRA es una pasión natural de la mente. Y sin la ira no se purifica el hombre -si no se encoleriza con todos los pecados que le impone a través de los hombres el maligno. Y cuando Job lo descubrió, insultó a sus enemigos con estas palabras: "viles e infames que no tenéis nada bueno, que no os considero dignos ni de los perros de mis rebaños".[9] El que quiere conseguir la ira natural, arranca todos sus deseos hasta que se eleve al estado natural de la mente.[10]

Abad Alonio

PREGUNTÓ una vez el abad Agatón al abad Alonio:

-¿Cómo podría contener a mi lengua para que no diga mentiras?

Y el abad Alonio le responde:

-Si no mientes, cometerás muchos pecados.

Aquél, entonces, le dijo:

-¿Qué quieres decir?

Y el anciano le dice:

-Pon que dos hombres asesinan a uno ante tus ojos, y uno de ellos se esconde en tu celda. Y pon que la autoridad que lo busca te pregunta "¿se ha cometido un crimen delante de ti?". Si no le mientes, entregas a un hombre a la muerte. Mejor déjalo libre ante Dios; porque Él lo sabe todo.[11]

Abad Juan Colobos

UNOS ANCIANOS se reunieron a comer juntos en el eremitorio; estaba junto a ellos el abad Juan. Se levantó, pues, uno, que resultaba ser el de mayor edad, a servir la jarra de agua; nadie quiso que lo sirviera, excepto Juan Colobos. Los demás, entonces, se asombraron, y le dijeron:

-¿Cómo tú, que eres mucho más joven que él, has aceptado que te sirva el que es mayor?

Y les dice:

-Yo cuando me levanto a servir la jarra, me alegro si todos lo aceptan, porque así tengo mi paga. Y ahora por el mismo motivo lo he aceptado, para que pueda tener su paga, no vaya a entristecerse porque nadie lo acepte. Y al oír esto se admiraron y salieron beneficiados por su juicio.[12]

Abad Isaac el Presbítero de las celdas

DIJO el abad Isaac

-Cuando era más joven practiqué el ascetismo junto al abad Cronio, y nunca me pidió que hiciera nada, a pesar de ser un anciano y temblar de debilidad, sino que se levantaba él solo y me traía a mí la jarra y a todos los demás sin excepción. También practiqué el ascetismo con el abad Teodoro de Fermo, y tampoco él me pidió nunca que hiciera nada, sino que incluso ponía él solo la mesa y decía:

-Hermano, si quieres ven a comer.

Y yo le decía:

-Abad, he venido contigo para beneficiarme, ¿por qué no me pides nada?

Pero el viejo guardó silencio. Así que me marché y pedí consejo a los ancianos. Los ancianos, pues, vinieron y le dijeron:

-Abad, ha venido el hermano ante tu santidad para benefciarse, ¿por qué entonces no le pides nada?

Y el anciano les responde:

-¿Tal vez soy el jefe de la comunidad para darle órdenes? Yo nunca le digo nada, pero si quiere, que haga él lo que me ve hacer a mí.

Así que a partir de entonces me adelantaba y hacía lo que veía que iba a hacer el anciano. Además, él cuando hacía algo lo hacía en silencio. Y eso es lo que me enseñó, a hacer mi labor en silencio.[13]

Abad Jacobo

DIJO el abad Jacobo:

-Más importante es peregrinar que dar hospedaje.[14]

Abad Pastor

DECÍA el abad José:

Estábamos con el abad Pastor cuando llamó abad a Agatón. Y le decimos:

-Es joven, ¿por qué lo llamas abad?

Y el abad Pastor dijo:

-Su boca ha hecho que lo llamen abad.[15]

Abad Romano

EL MISMO habló de un anciano que tenía un buen discípulo, y por desprecio lo sacó de su celda con su piel de carnero. Pero el hermano se quedó fuera pacientemente. Cuando el anciano abrió, lo vio sentado allí y le manifestó su arrepentimiento diciendo:

-Padre, la humildad de tu magnanimidad ha vencido mi descuido. Ven adentro; de ahora en adelante tú eres el anciano y el padre, y yo el joven y el discípulo.[16]

Atanasio el Grande

SI CUANTO VEMOS a nuestro alrededor es obra del mal, entonces ¿cuál es la obra del bien? Porque no vemos nada más que la creación del Creador. Y ¿cómo sabríamos que existe el bien si no hubiera obras suyas mediante las cuales pudiéramos conocerlo? Porque por sus obras conocemos al creador. Y en fin, ¿cómo es posible que haya dos seres completamente opuestos entre sí y qué es lo que los separa, de modo que uno esté lejos del otro? Porque es imposible que existan los dos juntos, ya que uno anula al otro. Y tampoco podría existir uno dentro del otro, ya que por naturaleza no tienen nada en común y no se unen.[17]

San Marcos el Asceta

CUANTO BIEN recuerdes, hazlo; y lo que no recuerdes, te será revelado. No te entregues irreflexivamente al olvido del sentido del bien.[18]

NO DIGAS que has adquirido alguna virtud sin dolor; no se ha puesto a prueba la virtud que se adquiere fácilmente.[19]

MUCHOS CONSEJOS de los otros son por nuestro bien; pero nada es más beneficioso para cada uno que su propia opinión.[20]

SI QUIERES curarte, cuida tu conciencia, haz lo que te dice, y encontrarás la medicina.[21]

LOS SECRETOS de cada hombre los conoce Dios y la conciencia; a partir de ambos, corríjase cada uno.[22]

QUIEN DESPRECIA el buen sentido y se ufana de su ignorancia, no es sólo incapaz en las palabras, sino también en el conocimiento.[23]

AL IGUAL que la sabiduría en las palabras es algo distinto del buen sentido, del mismo modo difieren la incapacidad en las palabras y la falta de buen sentido.[24]

MEJOR rezar con piedad por tu prójimo que criticarlo por cada uno de sus pecados.[25]

SI TE HABLAN mal, enfádate contigo mismo, no con el otro; porque si el oído es malicioso, responderás maliciosamente.[26]

EL CUMPLIMIENTO de un mandato es diferente de la virtud, aunque lo uno parte de lo otro para hacer el bien.[27]

SIEMPRE QUE PUEDAS haz el bien, y cuando sea necesario lo mayor no te vuelvas hacia lo menor; porque como dicen las Sagradas Escrituras[28] ninguno que mire atrás es idóneo para el reino de los cielos.[29]

EL HOMBRE prácticamente no es capaz de administrar lo que tiene por su naturaleza. Cristo, mediante la Cruz, regala la filiación divina.[30]

EL PRIMERO de los males es la ignorancia; y en segundo lugar viene la incredulidad.[31]

NO ES humildad la condena de nuestra conciencia, sino la gracia de Dios y el conocimiento de Su compasión.[32]

San Diádoco de Fótice

EL MAL no existe en la naturaleza, ni nadie ha sido creado malo; Dios no ha creado nada malo. Cuando uno desea el mal en su corazón y da así existencia a lo inexistente, entonces empieza a existir, tal y como lo quería el que lo ha creado. Así que debemos procurar tener siempre en la memoria a Dios y combatir la costumbre del mal. Esto es posible porque la naturaleza del bien es más fuerte que la costumbre del mal, ya que el bien existe, mientras que el mal no existe, sino sólo cuando lo hacemos.[33]

San Pedro Damasceno

NO SON MALOS los alimentos, sino la gula; ni el dinero, sino la avaricia; ni el habla, sino la charlatanería; ni las cosas agradables del mundo, sino la exageración; ni el amor a los nuestros, sino sólo cuando se convierte en motivo de no dar gracias a Dios; ni la ropa cuando la tenemos para cubrirnos y protegernos del frío y el calor, sino la superflua y lujosa; ni las casa cuando las tenemos para protegernos de lo que acabo de decir y de los enemigos, fieras y hombres, sino las de dos y tres pisos, las grandes y costosas; ni la propiedad, sino lo que no pertenece a lo estrictamente necesario; ni tener libros perjudica a los que ansían el desprendimiento, sino el no utilizarlos para una lectura digna de Dios; ni los amigos, sino los amigos que no hacen bien a nuestra alma; ni la mujer es algo malo, sino la fornicación; ni la riqueza, sino la avaricia; ni el vino, sino la embriaguez; ni la ira natural, la que sentimos frente a nuestros pecados, sino la que sentimos por nuestros prójimos; ni el poder, sino el afán de dominio; ni la gloria, sino la ambición y, lo que es aún más grave, la vanidad; ni la virtud, sino creer que es nuestra; ni el conocimiento, sino creer que somos conocedores y, lo que es aún peor, ignorar nuestra ignorancia; ni el verdadero conocimiento, sino el engañoso; ni el mundo es nada malo, sino los vicios; ni la naturaleza, sino las perversiones; ni la unanimidad, sino la unanimidad de los criminales y la que no ayuda a la salvación del alma; ni las partes del cuerpo, sino su mal empleo; porque la vista no nos fue dada para ver lo que no se debe, sino para glorificar al Creador viendo sus obras y para que progresemos de acuerdo con los verdaderos intereses de nuestro cuerpo y nuestra alma; ni el oído para que nos ocupemos de calumnias y estupideces, sino para escuchar la palabra de Dios y toda voz, humana, de aves y de todo lo demás, y glorificar a su Hacedor; ni el olfato para emblandecer el alma y hacerle perder la razón entre los perfumes, como dice el Teólogo, sino para aspirar y recibir el aire que Dios nos regaló y glorificarlo por ello; porque sin el aire ningún cuerpo puede vivir, ni hombre ni animal (...) Y las manos y los pies no nos fueron dados para robar y arrebatar y golpear a los demás, sino para emplearlos en labores gratas a Dios; los más débiles de alma para que den limosna a los pobres y ayuden a los que tienen necesidad y así se perfeccionen, y los más fuertes de alma y cuerpo para ejercer el desprendimiento, sin poseer nada, e imitar a Cristo y Sus santos discípulos, y glorificar a Dios y admirarse de que en nuestros miembros se encuentre también Su sabiduría. Y de que estas manos y nuestros débiles dedos, con la providencia de Dios, sean capaces de toda ciencia y labor, escritura y habilidad; de donde procede el conocimiento de las innumerables artes y escrituras, de la ciencia y de los diversos medicamentos, de tantas lenguas y letras; y en general todo cuanto ha habido y hay y habrá son dones que nos han sido dados y nos son dados continuamente, para que sobrevivamos corporalmente y nos salvemos espiritualmente, si lo utilizamos todo esto de acuerdo con los designios de Dios y a través de ello lo glorificamos con infinita gratitud. De otro modo caemos y nos destruimos y todo en esta vida nos lleva al dolor, pero también al infierno en la vida futura, como ya se ha dicho.[34]

[1] Gerontikon, 9

[2] Gerontikon, 16

[3] Gerontikon, 24

[4] Gerontikon, 26

[5] Gerontikon, 31

[6] Gerontikon, 34

[7] Gerontikon, 6

[8] Gerontikon, 19

[9] Job 30, 1

[10] Sobre la custodia del intelecto, 1

[11] Gerontikon, 4

[12] Gerontikon, 7

[13] Gerontikon, 2

[14] Gerontikon, 1

[15] Gerontikon, 61

[16] Gerontikon, 2

[17] Contra los ídolos, 7

[18] Sobre la ley espiritual, 60

[19] Ibid . 66

[20] Ibid . 68

[21] Ibid . 69

[22] Ibid . 70

[23] Ibid . 81, cf. II Cor. 11, 6

[24] Ibid . 82

[25] Ibid . 132

[26] Ibid . 153

[27] Ibid . 193

[28] Lc. 9, 26

[29] Sobre la ley espiritual, 200

[30] Sobre aquellos que creen estar justificados por sus obras, 26

[31] Ibid . 105

[32] Ibid . 111

[33] Discurso ascético, 3

[34] Sobre la lectura según Dios

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