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EL ANCIANO PAISIOS DEL MONTE ATOS

PALABRAS DEL ANCIANO PAISIOS

PEQUEÑA "FILOKALIA" - Historias del gerontikon

Sobre el Bien y el Mal

Sobre la concupiscencia

Sobre la avaricia

Sobre el Arrepentimiento

Sobre la Oración

Sobre el Ayuno

PALABRAS DEL ANCIANO PAISIOS "Pasamos por el fuego y el agua..."

 

 

Las cruces de las dificultades Anciano, la pequeña cruz que me dio la llevo colgada constantemente y me ayuda en las penas -Sí, tales cruces pequeñas son nuestras cruces, como las que nos colgamos del cuello y nos protegen en nuestra vida. ¿Qué crees, que nosostros llevamos grandes cruces? Sólo la Cruz de Cristo era muy pesada, porque Cristo, por amor a nosotros los hombres, no quiso utilizar para Sí mismo Su fuerza divina. Y a continuación carga con el peso de las cruces de todo el mundo, aliviándonos de los dolores de las penas con Su divina ayuda y Su dulce consuelo. El Buen Dios le reserva a cada uno de los hombres una cruz proporcional a su aguante, no para atormentarlo, sino para que ascienda por la cruz al Cielo -porque en esencia la cruz es una escalera al Cielo. Si comprendemos qué tesoro obtenemos por el dolor de las penas, no nos lamentaremos, sino que glorificaremos a Dios cargando con la cruz que nos ha otorgado, de modo que también en esta vida nos alegraremos, y en la otra habremos de recibir tanto pensión como extra de jubilación. Dios nos tiene aseguradas unas posesiones allá en el Cielo. Pero cuando pedimos que nos libre de una penalidad, les da esas posesiones a otros y las perdemos. Mientras que, si tenemos paciencia, nos dará incluso intereses. Es bienaventurado aquél que se ve atormentado aquí, porque, mientras más sufre en esta vida, tanto más es aliviado en la otra, porque salda sus pecados. Las cruces de las penalidades son superiores a los "talentos", a los dones que Dios nos concede. Es bienaventurado aquél que tiene no sólo una cruz, sino cinco. Una desgracia o una muerte de mártir es un sueldo bruto. Por ello, en cada dificultad, digamos: "Gracias, Dios mío, porque esto era necesario para mi salvación". Las penas ayudan a despertar a los hombres -Anciano, tengo noticia del sufrimiento de los míos. ¿Se acabarán alguna vez sus penas? -Ten paciencia, hermana, y no pierdas tu esperanza en Dios. Según he entendido por todas las penalidades que están pasando los tuyos, Dios os ama y permite todas estas dificultades para pulir espiritualmente a toda la familia. Si examinamos desde una perspectiva terrenal las dificultades de tu familia, parecéis desgraciados. Pero si las examinamos desde el punto de vista espiritual, sois felices, y en la otra vida os envidiarán cuantos en esta vida se consideran felices. De este modo actúan también tus padres, ya que la manera señorial, la espiritual, no la conocen o no la entienden. Sin embargo, hay un misterio escondido en las penalidades de tu hogar, pero también en otras casas, ¡aunque se ore tanto! " ¿Quién conoce los designios de Dios? ". Que Dios ponga Su mano y dé fin a las penas. -Anciano, ¿no es posible que los hombres despierten de otro modo, y no mediante alguna penalidad? -Antes de que Dios permita que lleguen las penas, actuó de buen modo, pero no lo entendían, y por ello después permitió la dificultad. ¿Veis?, cuando un niño es difícil, al principio el padre se lo toma a bien, le da caprichos, pero si aquél no cambia, entonces debe comportarse con severidad, para que se corrija. Del mismo modo Dios a veces, cuando uno no comprende por las buenas, le da una dificultad, para que despierte. Si no hay un poco de dolor, enfermedades, etc., los hombres se convertirían en fieras; no se acercarían en absoluto a Dios. Esta vida es falsa y breve; escasos son sus años. Y menos mal que son pocos, porque así pasarán rápido las amarguras, que curarán nuestra alma como los medicamentos amargos. Ves, los médicos, aunque los desgraciados enfermos sienten dolor, les dan un medicamento amargo, porque con lo amargo se pondrán buenos, no con lo dulce. Quiero decir que también la salud sale de lo amargo, y la salvación del alma de lo amargo sale. Con el dolor nos visita Cristo El hombre que no pasa penalidades, que no quiere sentir dolor, sufrir, que no quiere que le hagan afligirse o que le llamen la atención, sino que quiere pasarlo bien, está fuera de la realidad. " Pasamos por el fuego y el agua, hasta que al fin nos diste un respiro ", dice el salmo. ¿Ves?, también nuestra Virgen sufrió, y nuestros santos sufrieron, y por ello también nosotros debemos sufrir, ya que seguimos el mismo camino. Con la diferencia de que nosotros, cuando tenemos alguna pequeña desgracia en esta vida, saldamos las cuentas y nos salvamos. Pero también Cristo vino con dolor a la tierra. Bajó del Cielo, se encarnó, sufrió, fue crucificado. Y ahora el cristiano entiende de este modo la visita de Cristo, por el dolor. Cuando el dolor visita al hombre, entonces Cristo lo visita. Mientras que, cuando el hombre no pasa ninguna penalidad, es como si Dios lo abandonara. Ni salda sus cuentas, ni ahorra nada. Hablo desde luego del que no quiere pasarlo mal por el amor de Dios. Te dice: "tengo salud, apetito, como, lo paso bien, tranquilamente...", y no dice un "gracias a Dios". Al menos, si reconoce todas estas bendiciones de Dios, de alguna manera se arregla el asunto. Que diga: "No merezco todo esto, pero, como soy débil, por eso Dios me ayuda". En la vida de San Ambrosio se refiere que una vez el santo se hospedó con sus acompañantes en la casa de un rico. Viendo el santo su proverbial riqueza, le preguntó si había pasado alguna vez alguna pena. "No, nunca, le respondió aquél. Mis riquezas crecen sin parar, mis terrenos son fértiles, no tengo ningún dolor, ni he conocido jamás la enfermedad". Entonces el santo lloró y dijo a sus acompañantes: "¡Preparad los carros y vámonos rápido de aquí, porque a éste no lo ha visitado Dios!". Y apenas salieron al camino, ¡la casa del rico se hundió! El bienestar que tenía era el abandono de Dios. "El Señor hace sufrir a quien ama" -Anciano, ¿por qué el mundo sufre hoy tanto? -¡Por el amor de Dios! Tú, como moja que eres, te levantas temprano, obedeces tu regla, haces rosarios, actos de contrición, etc. Para los laicos las penas que pasan son su regla, y por ello se purifican mediante ellas. Les hacen mucho más bien que el bienestar mundano, que no los ayuda ni a acercarse a Dios, ni a ganar un pago celestial, por ello deben aceptarlas como regalos de Dios. El Buen Dios, mediante las penalidades, educa como un buen Padre a Sus hijos, por amor, por bondad divina, y no por maldad ni por justicia mundana, legal, porque quiere que vuelvan a Él. Queriendo salvar a Sus criaturas y que hereden Su Reino de los cielos, permite las penalidades, para que el hombre luche, combata y se examine de paciencia en los dolores, para que el diablo no Le pueda decir: "¿Cómo premias a éste o cómo lo salvas, si no se ha esforzado?". A Dios no Le interesa esta vida, sino la otra. Primero nos cuida para la otra vida y después para ésta. -Pero ¿por qué, Anciano, Dios da a algunos hombres muchas penas y a otros no les da? -¿Qué dicen las Santas Escrituras? "El Señor hace sufrir a quien ama" . Un padre tiene, p.e., ocho hijos. Cinco viven en casa, con su padre, y tres se van lejos y no lo visitan. A los que viven cerca, si hacen algo malo, les tira de la oreja, les da algún sopapo; o, si son buenos, los acaricia y les da algún bombón. Pero los que están lejos, no tienen ni caricia ni sopapo. Igual hace Dios. A los hombres que están cerca de Él y a los que tienen buena voluntad, si faltan un poco, les da una bofetada y saldan la cuenta, y si les da más, incluso ahorran. Pero a aquellos que están lejos de Él les da años para que se arrepientan. Por eso vemos a personas laicas que cometen pecados graves y a pesar de ello tienen abundantes bienes materiales y viven muchos años, sin pasar penalidades. Eso ocurre según la economía de Dios, para que se arrepientan. Si no se arrepienten, no podrán justificarse en la otra vida.

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